Relatos que se bifurcan y se pierden en la memoria, no se enfoca en “lo que fue ayer” comparado con “lo que es hoy”. Tampoco se apoya en la nostalgia “de la Cuba republicana” para adular y atraer al lector cubano, porque caería en la trampa de “aquel pasado que fue mejor”, que ciega y no permite ver el futuro. Rememorar, sentir añoranza por los años vividos, nos deja estáticos, paralizados en épocas imposibles de revivir.
En Relatos..., no existe el tiempo ni el espacio. Son narraciones o cuentos o relatos, como deseen clasificarlos, donde se mezclan los recuerdos del autor en épocas lejanas con las actuales. Los nombres de los personajes reales, el escritor los sustituyó o mezcló con los ficticios. Las historias se basan en acontecimientos donde participaron personas cercanas o conocidas por el autor, recreados en un ambiente diferente donde la ficción, la realidad y la imaginación se entrelazan unas con otras.
El autor de Relatos..., siempre ha huido de escribir sus memorias, de contarnos sus peripecias y experiencias dentro del periodismo socialista cubano. Del mismo modo, lo evitó en su libro Yo también viví detrás de la cortina de bagazo. Ahora, se vale del recurso de “bifurcar los relatos” y utilizar a Ignacio como figura central, el cual aparecerá en todas las historias, unas veces narrando intrigas, misterios de joyas robadas, confiscaciones, contradicciones políticas, exilio, o chicas posando desnudas para un pintor. En otras ocasiones, Ignacio es un personaje adolescente o adulto incluido en los relatos, artificio que nos deja varias interrogaciones abiertas:
¿Ignacio es el autor? ¿Son sus memorias narradas de forma estrambótica? ¿Quiénes fueron los verdaderos personajes?, ¿Dónde y cómo ocurrieron las historias en la vida real?