8/31/2022

De la libertad de expresión al control en la prensa humorística

Constitución cubana reconoce la
libertad de expresión... solo si esta va conforme a “los fines de la sociedad socialista”.


Aunque pretendieramos encontrar “similitudes” comparando las caricaturas satíricas publicadas en la prensa de la etapa republicana de 1902 a 1958 con la era marxista iniciada en 1959, no se encontraría ni una sola prueba de que por los humoristas cubanos hayan podido ejercer su derecho a la libre expresión o de opinión en sus caricaturas publicadas a partir de 1959 hasta la fecha.

La caricatura editorial, a finales de la década de los 60, comenzó a perder su concepto, su verdadero sentido humorístico de crear situaciones gracio­sas que susci­tasen la risa, a ser satírico, irónico, crítico o burlesco para transformarse en caricaturas divul­gadoras, propa­gandistas al servicio de una idelogía. La gráfica humorística en la prensa oficial, en general, se convirtió el llamado “Arte militante”, ilustrador de la ideología marxista.




Las historietas El Reyecito Criollo de Silvio Fontanillas se publicaron en la revista Bohemia desde 1955 hasta 1959 y se dedicaron principalmente a satirizar y riculizara dictador-presidente Fulgencio Batista.

Muchas caricaturas satíricas publicadas hasta 1958, no se podrían publicar en la prensa actual, financiada y controlada por el Partido Comunista. Las caricaturas del “Bobo” de Abela criticando a los funcionarios y políticos; o las historietas de “El Reyecito Criollo” de Silvio Fontanillas criticando al presidente del gobierno no serían posible verlas impre­sas en los semanarios humorísticos actuales.

En “El arte irrespetuoso. Historia incom­pleta de la carica­tura política”, libro del carica­turista mexi­cano, Eduardo del Río (Rius), pu­blicado en 1988, hace un aná­lisis compara­tivo de los semanarios humo­rís­ti­cos en los países socia­lista, y afirma que Joseph Stalin convirtió a la revista satíri­ca Krokodil –fundada en 1922 y pu­blicada en la desapa­recida Unión Sovié­tica–, en una revista de sumisos, de caricatu­ristas que su­cumbieron al terror del sistema político, que se dedicaron a desacreditar y atacar ferozmente a los enemigos del socialismo.

Al refierirse a las caricaturas en las revistas humorísticas cu­banas, Ruis expresa que también es víctima del mismo problema de la revis­ta “Krokodil” y añade que “no existe prensa de opinión” en la Isla, y agrega que es muy difícil que se publiquen caricaturas con críticas que “fustigue los errores del gobierno, o se meta con un ministro corrupto y oportunista”. Termina sentenciado: “eso, hasta hoy, es imposible en Cuba”. Afirmaciones que tienen más de veinte años y aún permanecen vigentes.

La Jaula, caricatura de Luis Ruiz
Pero los críticos “¿pegan de desinformando?” cuando ignoran en sus escritos los meca­nis­­mos de control que ejercen las autoridades gubernamentales cubanas de la prensa humorística y de todos los medios de comunicación, financiados y controlados por el Partido Comunista.

Exigirle a los ca­­ricaturistas que “fustiguen” los errores de un régimen desde la re­dacción de un pe­riódico que es propiedad del propio gorbierno que, además de ser el em­pleador del caricaturista, con­trola todos los temas que se publican y censura a los intentan criticar el sistema socialista y a los miembros de la cúpula gobernante, es tan ingenuo como pedirle peras al olmo cuando se sabe que existen suficientes prue­bas documentadas de intelectuales, escritores y dibu­jantes cubanos que han sido encarcelados por opinar diferente. Vale recordarle a los “ingenuos”, por citar un solo ejemplo: el 28 de marzo de 1980, el dibujante y cari­ca­turista Luis Ruiz, excolaborador del suple­mento humo­rístico “El Sable” (ya desa­parecido), fue acusado de “propaganda enemiga”, preso y con­denado a seis años de pri­sión “por opinar dife­rente”, poste­riormente fue de­cla­rado preso de con­ciencia por Amnistía Inter­na­cional.

Lo mismo le hubiera ocurrido a los caricaturistas de la revista satí­ri­ca “Krokodil”, si por sus cabezas les hubiera pasado la idea de criticar a Stalin, habrían terminado en un campo de trabajo forzado en la Siberia.

Luis García Fresquet